“No podemos hacer nada más por ella. Se muere esta noche”, fue la sentencia médica el 22 de julio de 2011.

Candela Giarda tenía 10 años, padecía una encefalopatía grave y se encontraba en estado vegetativo en la Fundación Favaloro.

No había un diagnóstico preciso y, años después, los especialistas concluyeron que la patología era FIRES (síndrome epiléptico por infección febril), una enfermedad de las consideradas raras.

Roxana, la mamá de Candela, ante la incertidumbre decidió pasar por la parroquia Nuestra Señora de la Rábida. Allí había conocido al Padre José Dabusti.

“Aquella noche entré y le pedí que fuera a verla. Cuando se acercó a la cama de Cande, rezó y me indicó que pusiese las manos arriba de ella y se la encomendó al Papa Juan Pablo I”, recordó la mujer.

El desenlace fatal nunca llegó. Unas horas después, la niña empezó a evolucionar de manera favorable: su vida no corrió más peligro y abandonó la terapia intensiva.

El Vaticano lo reconoció como un milagro y el Papa Juan Pablo I se convirtió en beato de la iglesia Católica. Para los médicos, fue una cura sin explicación.

Albino Luciani, conocido como "el Papa de la sonrisa", fue Sumo Pontífice apenas 33 días, a sus 66 años.