En América Latina logran moverse con tranquilidad y recabar información útil para el Kremlin. Argentina, México y Brasil son los más elegidos.

En los últimos 18 meses se han descubierto presuntos espías rusos en Europa, desde los Países Bajos a Noruega y desde Suecia a Eslovenia. Muchos tienen algo en común: un vínculo con América.

Las detenciones demuestran que América Latina sigue siendo, como lo fue en la guerra fría, un trampolín para los espías rusos luego que husmean en Estados Unidos y Europa. Pero el problema podría agravarse pronto.

El año pasado, más de 600 presuntos agentes de inteligencia rusos fueron expulsados de embajadas en Europa. Muchos ya están apareciendo por América Latina.

“Hay una rica reserva de objetivos”, dice Duyane Norman, que fue jefe de operaciones de la CIA para América Latina.

El general Glen VanHerck, jefe del Comando Norte de Estados Unidos, observó el año pasado que México tiene más miembros GRU que cualquier otro país extranjero.

Según los analistas, muchos servicios latinoamericanos tienen una actitud de negligencia benigna hacia las artimañas rusas.

Es que por razones prácticas e ideológicas, ninguno de los países quiere enemistarse con Rusia.