Nació en Múnich en marzo de 1920. 

Siempre soñó con ser bailarina pero no la aceptaron y, como tantos otros, se alistó en las juventudes hitlerianas.

A los 22 años le ofrecieron un trabajo en la sede de gobierno. 

Cuando llegó a la cancillería se sorprendió: la entrevista se la tomó el mismo Führer.

Traudl siempre sostuvo que Hitler tenía dos personalidades y que ella siempre conoció “su parte amable y encantadora”.

Estaba fascinada con él.  Era un jefe amable y hasta una figura paternal. Deliberadamente ignoré todas las señales de alerta que surgían dentro mío. Y disfruté a su lado casi hasta el final”, Traudl.

Uno de los recuerdos más vívidos de su secretaria fue cuando atentaron contra Hitler en la llamada Operación Valquiria.  “Él rozaba lo patético pero estaba exultante”.

Hitler creía que haber sobrevivido al ataque era la señal de que era indestructible. “El destino me ha protegido, es la señal de que debo llevar mi misión hasta el fin”, había dicho el Führer.

Traudl ingresó al bunker y no saldría hasta el final de la guerra. El clima allí era irreal. Al encierro, se le sumaban el ruido de las bombas cayendo en Berlín.

Después de una reunión con generales y hombres de confianza, por primera vez Hitler pareció aceptar la realidad.  Repartió pastillas de cianuro entre los que quedaban con él bajo tierra.

Antes de su suicidio, Hitler llamó a Traudl a su despacho y le pidió que escribiera su testamento. Su secretaria salió del búnker con los sobrevivientes y vio por primera vez a Berlín destruida.

Junge fue una de las fuentes directas que utilizó el historiador HughTrevor Roper para determinar que Hitler se había suicidado.

En 1947 la desnazificaron.

Dos veces quiso radicarse en Australia junto a su hermana, pero las autoridades de ese país la rechazaron por su pasado nazi.