Es un superalimento, originario de América central. Proporciona fibras, ácidos grasos y proteínas vegetales, entre otros nutrientes imprescindibles en una dieta balanceada.

La chía es un cultivo de la planta Salvia hispánica L, la cual constituyó junto al maíz, los porotos y amaranto, la base de la alimentación de las culturas Mesoamericanas, hace unos 3500 a. C.

Las semillas de chía cuentan con ácidos grasos omega-3 que benefician la salud cardiovascular, disminuyendo el colesterol, regulando el ritmo cardíaco y la presión arterial.

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Previenen la formación de coágulos de sangre y disminuyen la inflamación. Proporcionan calorías para dar al organismo energía y ayudan a los pulmones, el sistema inmunitario y el sistema endocrino.

Mejoran la digestión

A partir de sus fibras previene y trata la constipación, los divertículos y la aparición de cáncer de colon. Ayuda a controlar el azúcar y las complicaciones de la diabetes.

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Generan sensación de saciedad

Es rica en fibra y se mueve lentamente a través del estómago, provocando saciedad por más tiempo. Cuentan con 9 aminoácidos que son esenciales para el crecimiento y la reparación de células y tejidos.

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Ayudan a retrasar el envejecimiento celular

Poseen un gran número de antioxidantes que reducen la acción de radicales libres, evitan la alteración de membrana celular, y previenen el envejecimiento celular y enfermedades crónicas no transmisibles y/o degenerativas.

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Recomendaciones de los expertos:

Incorporarlas en las ensaladas, como un aditivo.

Se pueden consumir molidas o activadas en agua.

Se recomiendan dos cucharadas soperas diarias en adultos y una cantidad similar, pero en medida “de café” para los chicos.

Advertencia

Para sumarlas a la dieta habitual es necesario realizar una consulta médica, ya que hay personas que pueden experimentar efectos secundarios, como hinchazón, gases y hasta calambres.