Luego de la renuncia de una treintena de funcionarios y sus principales ministros del gobierno, el premier presentó su renuncia pese a su promesa ante el Parlamento de “seguir adelante”.

Dos años y medio después de su aplastante victoria electoral, Johnson sintió la insoportable presión de perder el apoyo de su Partido Conservador británico a raíz de incesantes escándalos.

“Partygate”

En plena pandemia, cuando los británicos fueron obligados a permanecer en sus casas, se sucedían todo tipo de fiestas en Downing Street, donde vive y trabaja Johnson.

La policía británica investigó e impuso 126 multas, entre ellas al primer ministro, primer jefe de gobierno en ejercicio sancionado por infringir la ley.

La alta funcionaria Sue Gray elaboró un informe muy crítico con los “altos cargos” responsables de reuniones con exceso de alcohol, altercados y salidas por puertas traseras a altas horas de la madrugada.

Johnson afirmó asumir “toda la responsabilidad” pero se negó a dimitir y su legitimidad se resintió.

Al inicio de la pandemia, Johnson fue duramente criticado por su errática gestión, acusado de no actuar lo suficientemente rápido y no proteger al personal sanitario ni a los ancianos en residencias

La descontrolada inflación, que en el Reino Unido alcanzó un récord en 40 años, superando el 9% interanual en mayo, hizo mella en la popularidad del gobierno.

Johnson admitió su error al nombrar en febrero pasado a Chris Pincher como subjefe del grupo parlamentario conservador. Pincher fue acusado de realizar tocamientos a dos hombres.

Finalmente, el alud de dimisiones de los últimos días, encabezado por el ministro de Salud, Sajid Javid, y el ministro de Finanzas, Rishi Sunak en protesta contra su legitimidad, forzaron su salida.