Un joven empresario de 33 años fue acribillado en su casa por tres menores de edad el 8 de agosto de 1973. Cuando llegó la policía, los jóvenes contaron su verdad: acababan de matar a un asesino en serie.

Dean Arnold Corll nació el  24 de diciembre de 1939 en Indiana, EEUU. En su niñez, su madre y su padrastro abrieron una golosinería en el garaje de su casa. Allí dio sus primeros pasos como empresario.

Cuando Dean terminó la secundaria, la familia decidió mudarse a las afueras de Houston, donde vendían la mayoría de los dulces, para abrir un local con el nombre “Pecan Prince”.

En 1964 se enroló en el Ejército. Si bien tuvo que dejar las fuerzas porque aseguró que necesitaba ayudar en la empresa familiar, su foja de servicios fue impecable y fue despedido con honores.

Para la comunidad era un ciudadano ejemplar y generoso con los niños del barrio, que lo llamaban “Candyman” por su costumbre de regalarles golosinas de su propia fábrica.

EL PLAN MACABRO

Hasta el día de su muerte nadie sospechó de sus verdaderas intenciones.  Los niños relataron en primera persona cómo los había captado y la tarea que les había asignado.

Los había tomado de cómplices unos años atrás y les pagaba 200 dólares por cada víctima que llevaban. La confesión de uno de ellos fue clave para esclarecer el caso.

“Dean me dijo que pertenecía a una organización de Dallas que compraba y vendía niños, dirigía prostitutas, drogas y cosas así. Me dijo que me pagaría 200 dólares al menos por cada niño”, declaró.

Más tarde, a partir de los datos de la investigación,  descubrieron que Dean no vendía a las víctimas si no que las mataba.

Se relataron en detalle 28 secuestros, violaciones y asesinatos. A muchos de los chicos los habían engañado con la promesa de darles golosinas.

La policía pudo corroborar los relatos en el lugar de los hechos. Dos jóvenes que actuaron como cómplices fueron condenados a cadena perpetua.