Una de las ventajas es que los precios de las propiedades están históricamente bajos y las tasas de interés son accesibles, lo que hace que este sea un momento propicio para obtener un crédito hipotecario. También la cuota inicial baja en comparación con los créditos hipotecarios tradicionales.

Aunque hay optimismo, los expertos advierten sobre posibles cambios en el panorama económico, como la unificación del tipo de cambio o el impacto del blanqueo, que podrían influir en el mercado inmobiliario.

La mejor opción es elegir una cuota manejable, considerando que las cuotas se ajustan por inflación, y esperar a una posible disminución de las tasas de interés antes de solicitar un crédito hipotecario.

Para solicitarlo es necesario disponer de ahorros iniciales, ya que los bancos no financian el 100% del valor de la propiedad.

El Límite de edad también es un impedimento para muchos interesados. Cuánto más largo es el plazo del crédito, menos años puede tener como máximo el solicitante. Los bancos apuestan a que el crédito esté cancelado antes de que el tomador cumpla los 65 años, que es la edad a la puede jubilarse.

Algunas entidades bancarias ofrecen tasas bonificadas y facilidades para cuentas sueldo, con el objetivo de fidelizar a sus clientes y hacer más accesible la obtención de créditos hipotecarios.

Los créditos hipotecarios ofrecen plazos más largos en comparación con los créditos tradicionales, permitiendo una mayor flexibilidad en los pagos. Además, se permite la extensión del plazo de financiación si la inflación supera al aumento de los ingresos del deudor.

Con el tiempo, se espera un incremento progresivo en el valor de las propiedades, lo que ofrece una buena oportunidad para inversores a largo plazo. Sin embargo, para quienes no pueden acceder aún a este programa, se les dificultará aún más alcanzar el objetivo de la casa propia.