Su armado suele representar el trabajo en equipo de los miembros de la casa y sirve para compartir un momento de unión con la familia.

Lo que muchas personas desconocen es de dónde nació la costumbre de armar uno cada Navidad y que cada adorno tiene un profundo significado.

Cuando los primeros evangelizadores llegaron a la parte norte de Europa, en la época que coincidía con la Navidad, los nórdicos celebraban el nacimiento de Frey, hijo del dios sol y de la fertilidad.

El siglo VIII, durante el proceso de cristianización de esta parte del mundo, a San Bonifacio no le gustó la fiesta pagana y por cuenta propia cortó el árbol para terminar esta práctica.

En cambio, puso un pino con hojas perennes que simbolizan el amor de su dios por la humanidad y le agregó manzanas y velas.

Las ciudades de Tallin (Estonia) y Riga (LetoniaI) se disputan el honor de haber sido las primeras en colocar un árbol navideño en medio de su plaza principal y realizar el encendido alrededor de 1510.

La tradición se fue expandiendo por el Viejo Continente. Llegó a Alemania en 1605, a Finlandia en 1800, a Inglaterra en 1829, a España en 1870 y así por los demás países hasta llegar a América.

En Argentina y en varios países de Latinoamérica es tradición celebrar la Navidad con un árbol artificial y en una temporada cálida.

Las manzanas y las velas fueron reemplazadas por adornos, luces y regalos. La estrella recuerda la estrella de Belén, que guió a los tres reyes magos hasta el pesebre donde nació el niño Jesús.

Las luces, que en un principio solo fueron velas, representan para los cristianos la luz de Cristo. Los lazos, guirnaldas, cintas o moños simbolizan la unión de la familia.

Las esferas o bolitas son los dones que Dios le dio a los hombres. Al principio eran manzanas que representaban el pecado original. Los angelitos refieren a mensajeros y protectores de los humanos.