El alemán Christian Karl Gerhartsreiter deslumbró a la alta sociedad.  Usurpó un apellido, inventó una historia y terminó casándose con una ejecutiva a base de mentiras.

Nacido en un suburbio de Baviera, era hijo de un pintor y una costurera. A los 17 años la suerte golpeó a su puerta: conoció a una pareja de turistas y usó sus nombres para falsificar una recomendación.

Con esa carta falsa logró emigrar a EEUU, donde se alojó en la casa de una familia. Aprendía rápido idiomas y tenía una personalidad actoral.

Empezó a vestirse como los hombres de la high society que desfilaban por Connecticut.  ¿Con qué dinero? Se presume que con el logrado en robos y estafas que no dejaron huellas.

Mientras tanto, los vecinos de la primera casa donde se alojó empezaron a preguntarse por la suerte (o el infortunio) de sus caseros, John y Linda Soush, que habían desaparecido.

Productor de Hollywood, descendiente de la Casa Real inglesa, financista, coleccionista de arte y pariente de los Rockefeller, así se presentaba ante sus nuevos contactos.

Christian vivía en un departamento de lujo cuando conoció a Sandra Boss, una ejecutiva a la que deslumbró. Se casaron en 1995 y tuvieron una hija, Reigh.

Todo el dinero que entraba era gastado en lujo descomunal. Sandra pidió el divorcio y tuvo que aceptar que su ex visitara a su hija tres veces al año. En uno de esos encuentros, él secuestró a la niña.

La policía comenzó a investigar. Mientras tanto, los nuevos dueños de la primera casa en la que vivió el supuesto magnate ordenaron construir una piscina y hallaron tres bolsas de huesos.

Eran los restos del cuerpo descuartizado de John Soush, el primer casero que tuvo al llegar al país. Nunca se encontró el cuerpo de Linda, pero la policía no tuvo dudas de lo ocurrido. En 2013 Gerhartsreiter fue sentenciado a 27 años.