Los hallazgos indicaron que, contrario a lo que se pensaba, el evento El Niño de 2023 tuvo un impacto menor. En su lugar, un patrón arqueado de vientos regionales y sus efectos en las temperaturas oceánicas meses antes del mínimo histórico explicaron el 70% de la reducción en la cobertura de hielo marino ese año.
Estos vientos generan una “mezcla” en el Océano Austral que eleva aguas cálidas profundas hacia la superficie, lo que impide el crecimiento del hielo, según los autores. Además, desplazan el hielo marino hacia el polo sur, lo que limita su expansión hacia el norte, transportan calor desde latitudes más bajas y crean olas que fracturan el hielo.
El hielo marino antártico desempeña un papel crucial en los ecosistemas marinos y costeros, así como en las interacciones entre el océano y la atmósfera en el Océano Austral. “Es un elemento fundamental para controlar el ritmo del calentamiento global y la estabilidad del hielo en el continente antártico”, afirmó Zac Espinosa, autor principal del estudio y estudiante de doctorado en ciencias atmosféricas y climáticas en la UW