Los modelos de Inteligencia Artificial, sobre todo los utilizados en aprendizaje profundo (Deep learning), pueden requerir una gran cantidad de potencia de cómputo.

Esto sólo se garantiza con la puesta en operación de enormes centros de datos con miles de servidores funcionando las 24 horas del día.

Mantener funcionando este hardware no solo supone un enorme consumo de electricidad, además requiere cantidades de agua para su refrigeración.

Es por ello que así como la inteligencia artificial irrumpió masivamente en la vida de millones de personas, su impacto ambiental también se está comenzando a notar.

Un estudio de la Universidad de California reveló que, en total, estos servidores requieren la dramática cifra de 6.436 millones de litros de agua al año para poder operar.

Incluso el estudio sostiene que entre 5 y 50 preguntas a ChatGPT, dependiendo de su complejidad, pueden consumir hasta medio litro de agua.

Para entrenar grandes modelos de IA, el proceso puede emitir más de 626 mil toneladas de dióxido de carbono, advirtió un informe de la Universidad de Massachusetts.

Estos valores equivalen a casi cinco veces las emisiones de un automóvil de toda su vida útil, además de su manufactura.

Para mitigar el impacto ambiental de la IA, se insta a adoptar prácticas de desarrollo y uso responsable de esta tecnología. También a fomentar la investigación en IA verde y tecnologías más sostenibles.