Gracias a las capacidades de este instrumento óptico, los científicos están más cerca de entender el comportamiento de los planetas rocosos. Por qué este hallazgo podría ser un paso crucial para la búsqueda de vida extraterrestre.

En 2004, a partir de un estudio de velocidad radial de la estrella Copérnico, similar al Sol, en la constelación de Cáncer, se descubrió a 55 Cancri e.

Este planeta rocoso se encuentra a 41 años luz de la Tierra, y las investigaciones recientes utilizando el telescopio espacial James Webb (JWST) develaron la posible naturaleza de su composición.

Un equipo de científicos liderados por Renyu Hu, del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de la NASA, publicó un estudio en Nature en el cual muestran evidencia sobre la existencia de una posible atmósfera secundaria en 55 Cancri e.

Se lo denominó como “supertierra” debido a su tamaño mayor al de la Tierra, similar al de Neptuno, y su composición parecida a los planetas rocosos del sistema solar. Su masa es de 8.08 Tierras y se encuentra orbitando una estrella semejante al Sol en tamaño y brillo.

Sin embargo, su temperatura difiere diametralmente de la terrestre. Debido a su cercanía al astro Copérnico, que es mayor a la de Mercurio con el Sol, tarda tan solo 18 horas en completar una órbita y es extremadamente caliente.

Su recorrido tan cercano a la estrella le aportó a los científicos la información necesaria para llegar a la conclusión de que no gira sobre sí mismo, sino que uno de sus lados está sumido en una oscuridad permanente, mientras que el otro recibe luz en todo momento. Debido a esto, por más que comparta ciertas características con la Tierra, no es habitable.