Las descubrieron en la necrópolis de Saqqara, al noreste de la pirámide del rey Merenre I, que gobernó alrededor del 2270 antes de Cristo.
Las tumbas pertenecen a altos funcionarios y sacerdotes del Imperio Antiguo faraónico (3100-2125 a.c.). Están adornadas con pinturas murales bien conservadas.
Una de ellas es de un importante funcionario llamado “Eni”. Consiste en un pozo que comunica con una cámara funeraria decorada. Todavía conserva un enorme sarcófago de piedra caliza.
La segunda se cree que corresponde a la esposa de un alto funcionario y una tercera a una sacerdotisa que ocupaba varios cargos en la corte, como el de supervisora y purificadora.
Otra de las sepulturas pertenecía a una mujer que ostentaba títulos como el de adoradora única del faraón y el de sacerdotisa de la diosa Hathor.
La última tumba se encuentra en un pozo de unos siete metros de profundidad y corresponde a “Henu, mayordomo de la casa real”, encargado de supervisar el palacio real y portador de los sellos.
Las autoridades egipcias esperan inaugurar el “Gran Museo Egipcio” cerca de la meseta de Guiza en los próximos meses. Buscan que los hallazgos, reactiven el turismo, tan golpeado por la pandemia Covid-19.