El subte de Buenos Aires cumplió 109 años y desde sus inicios, el 1° de diciembre de 1913, está rodeado de secretos.

¿Cuáles son los mitos de la red que une distintos puntos de la ciudad?

La primera en inaugurarse fue la Línea A. El hecho fue trascendente, ya que Buenos Aires se convirtió en la primera ciudad de Latinoamérica en contar con este medio de transporte.

En cada obra de extensión se descubrió que sus túneles guardaban millones de años. Se encontraron restos fósiles de gliptodontes durante la ampliación de la Línea D, en 1999, y de la B, en el 2000.

Debajo del Obelisco, hoy se albergan 48 locales comerciales, bibliotecas digitales y obras de arte. Conectan las líneas B, C y D, y fueron construidas en 1949.  Su origen nada tuvo que ver  con el subte.

En esa época no había semáforos en la ciudad y cruzar la avenida 9 de Julio era toda una dificultad. Por eso se construyeron estos pasajes, cuya creación respondió a una necesidad urbanística y de seguridad peatonal.

A 22 metros bajo tierra, la estación Once de la Línea H es la más profunda.

Otro dato relevante es que el transporte contribuye a disminuir la contaminación. Once personas en subte contaminan lo mismo que una sola en auto.

Bajo tierra también hay semáforos. En la punta de los andenes y dentro de los túneles hay señales visuales para los conductores. Esto permite operar el servicio de manera segura.

Estaciones Fantasmas

Pasco sur y Alberti norte son dos estaciones de la Línea A que fueron inauguradas en 1913 y clausuradas en 1953 por cuestiones operativas. Actualmente, son andenes  fuera de servicio.

Sirven de apoyo a la línea y tienen diferentes funciones: en Pasco sur se almacenan materiales y en Alberti norte, hay una subestación. Existen leyendas y fantasmales mitos urbanos sobre ellas.