Los problemas olfativos en personas que se contagiaron de coronavirus fueron abordados en recientes estudios científicos realizados en Suecia y Uruguay.

La pérdida repentina del olfato o la percepción alterada de los olores, surgió como un síntoma del COVID-19 al principio de la pandemia y sigue generando preocupación.

Aunque muchas personas lo recuperaron rápido, otras descubrieron que su sentido del olfato nunca volvió a la normalidad. Varios de ellos incluso pueden sentir malos olores o confundirlos.

El 65% de los que se recuperaron del COVID-19 muestran una pérdida de olfato, reducción o distorsiones del sentido 18 meses después de la infección.

Así lo reveló una investigación preliminar realizada en el Instituto Carolina de Suecia. Realizaron pruebas a 100 personas que se contagiaron de coronavirus en la primera oleada de infecciones.

Muchos padecen “parosmia”, que implica una distorsión en el sentido del olfato. Significa que la persona no logra detectar toda la gama de aromas a su alrededor.

Estudio en Uruguay El 62% de los pacientes con COVID-19 sufrió algún tipo de alteración del gusto u olfato. Casi la mitad de ellos lo recuperó durante la infección, pero un 12% demoró más de tres semanas.

Científicos advierten que la pérdida de olfato severa puede llevar a las personas a la depresión. También a que cambien su alimentación, en general, para peor.

Luz de esperanza Especialistas médicos explicaron que la falta de olfato, denominada anosmia, y sus variantes de distorsión, tienen tratamiento. El olfato se puede entrenar y recuperar.

El entrenamiento olfativo con sustancias odoríferas consta de la exposición repetida a olores diferentes, de a uno por vez.  Pueden realizarse de 5 segundos a 10 minutos, tres o cuatro veces por día.

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