El estrés y las emociones negativas pueden llevar a comer sin hambre real para buscar calma. Este hábito, advierten los especialistas, puede derivar en atracones y sobrepeso.

"Las personas comen cuando están ansiosas: no desean comida sino que buscan bajar los niveles de cortisol, la hormona del estrés", dice la Dra. Mónica Katz, especialista en nutrición.

En situaciones de estrés, se prefieren comidas altas en calorías y carbograsas, como harinas, azúcar, grasas y sal, lo que lleva a la acumulación de grasa abdominal.

La alexitimia es la incapacidad de distinguir entre emociones y hambre. "El 29% de las personas con obesidad tienen algún grado de alexitimia", señala Katz.

"El cortisol provoca un incremento en la insulina y del apetito", dice la nutricionista María Isabel Flores y advierte que en estos casos la comida se convierte en un mecanismo de confort. 

Comer por emociones deja una huella en el cerebro, reduce la percepción emocional y puede llevar a un aumento de peso.

Consecuencias:

¿Cómo detener este proceso y evitar el acostumbramiento?

Algunas de las recomendaciones son implementar mindfulness, técnicas de relajación y el método "tiempo fuera".

"'El tiempo afuera' se trata de irse de la escena de estrés. Facilita empezar a conectarme con lo que me pasa, identificar la emoción y evitar el comer emocional", describe la Dra. Katz.