De acuerdo con la Revista de Información Científica (RIU), la disgrafía tiene dos aspectos que son una deficiencia motora que afecta el proceso físico de escribir, así como desafíos a nivel cognitivo con la expresión escrita y no necesariamente se vincula con algún problema de intelecto, sensorial o social.
“Cuanto más consistente sea algo y haya más señales, habrá más motivos de preocupación. Por ejemplo, si la escritura de un niño es desordenada a veces, es probable que no sea un problema, pero si tiene dificultad para formar las letras la mayor parte del tiempo, es posible que haya un problema que abordar”, dice la doctora Daryaneh Badaly, PhD, neuropsicóloga clínica del Child Mind Institute.