La experiencia de emociones como la tristeza, la alegría o el miedo responde a un sistema cerebral complejo que regula estos estados, en gran medida, de forma inconsciente. Aunque parecen reacciones espontáneas, son el resultado de procesos en varias áreas del cerebro, principalmente en el sistema límbico.

Amígdala: identifica y responde a emociones intensas, especialmente el miedo, y activa la respuesta de "lucha o huida".

Estructuras clave del sistema límbico:

Estudios de la Mayo Clinic y del neurólogo Joseph LeDoux demostraron que las lesiones en la amígdala pueden disminuir la capacidad de experimentar o reconocer el miedo, mientras que su hiperactivación se asocia con trastornos de ansiedad.

Hipotálamo: coordina las respuestas fisiológicas a las emociones, como el aumento del ritmo cardíaco o la presión arterial en situaciones de estrés. La American Psychological Association explicó que el hipotálamo regula la liberación de hormonas y ayuda a mantener la homeostasis ante estímulos emocionales.

Hipocampo: esta región convierte experiencias a corto plazo en recuerdos a largo plazo, que permite que vivencias pasadas influyan en reacciones futuras. Investigaciones de la Harvard Medical School han demostrado que el daño en el hipocampo afecta la memoria y, por ende, la respuesta emocional, como en casos de trastorno por estrés postraumático.

Neurotransmisores: Dopamina: está asociada con el placer y la recompensa, juega un rol en trastornos del ánimo y adicciones. Serotonina: relacionada con la memoria y el alivio de síntomas depresivos. Los niveles bajos están vinculados a ansiedad, ira y depresión. Noradrenalina: regula el estrés y la ansiedad, respondiendo a situaciones de emergencia.

El cerebro está dividido en dos hemisferios que también contribuyen al procesamiento emocional de diferentes maneras:

¿De qué lado estás?

Hemisferio derecho: es fundamental para identificar emociones negativas, como el miedo o el peligro. La American Academy of Neurology sugiere que este hemisferio detecta señales de peligro y alerta al cuerpo de posibles amenazas.

Hemisferio izquierdo: se encarga de la interpretación lógica y de respuesta a las emociones detectadas. Sin el apoyo de este hemisferio, el cerebro puede volverse susceptible a una percepción descontrolada de emociones negativas. Estudios de National Institutes of Mental Health demostraron que el daño en el hemisferio izquierdo puede llevar a un aumento de pensamientos negativos y hasta riesgo de depresión.